Vivimos rodeados de tecnología que promete hacernos la vida más fácil. Desde parlantes que responden a la voz hasta cámaras que se activan con el movimiento, los dispositivos inteligentes (o “smart devices”) ya forman parte de millones de hogares. Pero cada vez con más frecuencia, surgen alertas: ¿cuánto escuchan, ven y registran realmente estos dispositivos? ¿Y qué pasa con toda esa información?
¿Qué se considera un dispositivo inteligente?
Todo equipo que esté conectado a internet y que interactúe con vos o con el ambiente puede clasificarse como un dispositivo inteligente. Algunos ejemplos comunes en hogares y oficinas:
- Asistentes de voz (Alexa, Google Home, Siri)
- Cámaras de vigilancia y timbres con video
- Smart TVs con conexión a plataformas
- Termostatos, sensores de movimiento, enchufes inteligentes
- Lámparas controladas desde apps
- Heladeras, lavarropas o microondas con conectividad
Estos dispositivos recopilan datos para poder operar, automatizar procesos y «aprender» de tus hábitos. El problema no es que funcionen de forma inteligente, sino qué datos recogen, cómo lo hacen y qué uso se les da.
¿Qué información recopilan los smart devices?
La variedad de datos que pueden recolectar es amplia y depende de cada tipo de dispositivo y fabricante. Los más frecuentes son:
- Grabaciones de audio ambiental: algunos asistentes activan sus micrófonos cuando detectan una palabra clave, pero se han documentado casos donde la escucha es más constante de lo informado.
- Capturas de imagen y video: cámaras, timbres, televisores y hasta electrodomésticos pueden registrar imágenes del ambiente.
- Ubicación geográfica: directamente o mediante el uso compartido con el celular.
- Historial de uso: qué comandos das, a qué hora, con qué frecuencia.
- Datos del hogar: consumo eléctrico, temperatura, horarios de actividad.
Muchos de estos datos se transmiten a servidores de la marca fabricante o de terceros, donde son almacenados, analizados e incluso utilizados con fines comerciales, como personalización de publicidad o análisis de comportamiento.
¿Quién accede a esos datos?
En principio, el fabricante del dispositivo. Pero la realidad es más compleja:
- Proveedores de servicios asociados (plataformas de nube, apps complementarias, integraciones).
- Agencias de publicidad digital, si los datos se comparten con fines comerciales.
- Hackers o atacantes, si el dispositivo tiene vulnerabilidades y no recibe actualizaciones.
- Aplicaciones maliciosas que se vinculan al dispositivo si se otorgan permisos sin control.
Casos recientes mostraron cómo empleados de empresas tecnológicas accedían a grabaciones privadas, supuestamente para mejorar los algoritmos de los asistentes. También hubo incidentes de cámaras hackeadas en hogares particulares y hasta en oficinas.
¿Qué dice la ley?
En Argentina, la Ley 25.326 de Protección de Datos Personales exige que el tratamiento de información sea informado, limitado y consentido. Sin embargo, la normativa todavía no aborda con profundidad el ecosistema de IoT doméstico.
En otros países, como en Europa bajo el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), sí se exige que:
- El usuario dé un consentimiento específico y libre, no uno implícito por usar el producto.
- Los datos recolectados sean los mínimos necesarios para la función ofrecida.
- El usuario tenga acceso, corrección y eliminación de sus datos.
A pesar de estas regulaciones, en la práctica muchos dispositivos vienen configurados por defecto para recopilar todo lo que puedan, y los procesos para limitar esa recolección suelen ser técnicos, extensos y poco accesibles para el usuario común.
¿Qué podés hacer vos como usuario?
Si bien no podés reescribir el firmware de tus dispositivos, sí hay medidas concretas que podés tomar:
1. Revisá la configuración al instalar
No dejes el dispositivo tal como viene de fábrica. Entrá a las opciones avanzadas, desactivá funciones innecesarias (como reconocimiento de voz activo las 24 horas) y limitá el acceso a servicios externos.
2. Cambiá las contraseñas por defecto
Muchos dispositivos vienen con claves genéricas como “admin” o “123456”. Son las primeras que prueba un atacante. Usá contraseñas únicas, largas y difíciles.
3. Desactivá el micrófono o la cámara si no los usás
Muchos modelos permiten deshabilitar el hardware desde la configuración o incluso con un interruptor físico. Cuando no necesitás que escuchen, no deberían estar escuchando.
4. Mantené todo actualizado
El firmware también necesita parches de seguridad. Verificá desde la app del fabricante si hay actualizaciones, y aplicalas ni bien estén disponibles.
5. Usá una red Wi-Fi separada
Segmentar tu red doméstica (por ejemplo, creando una red de invitados solo para smart devices) te permite limitar el alcance de un dispositivo comprometido.
6. Leé las políticas de privacidad (aunque sea por partes)
Buscá las secciones de “uso de datos”, “con quién se comparten los datos” y “retención de información”. Si no están claras, desconfialo.
7. Comprá con criterio
No todos los dispositivos ofrecen el mismo nivel de privacidad. Evitá productos sin soporte técnico, de marcas sin trayectoria o sin políticas de privacidad accesibles.
